sábado, 8 de diciembre de 2012

Tres Tristes "Rodolfos"

"La Bohème" del 2 de diciembre no fue la primera que subió a las tablas el Palau de les Arts. Ya en la primera temporada del coliseo valenciano (2006-2007), se vio la interpretación de esta misma ópera pero en aquel caso bajo la producción del Nederlandse Ópera de Ámsterdam. Las estampas de Pier Audi, director de escena, mostraban un escenario en madera con un gran puente que debió ser realizado de nuevo por un taller valenciano (Odeon Decorados) debido al estado ruinoso en el que se encontraba. 



Quizá su dudosa acogida por parte del público se debió a que este se esperaba el genial trabajo ideado por Giancarlo del Monaco y realizado por el mismo taller, Odeon Decorados. En aquella ocasión se recreó el espacio real del libreto, la ciudad de París de principios del siglo XX. Una obra en madera que ocupó más de quince trailers, algo inaudito. Las calles de la ciudad de las luces tomaron vida propia en el escenario madrileño (más adelante también en el Liceu de Barcelona), impactando y emocionando al patio de butacas sobremanera.



Más modesta en presupuesto fue la nueva propuesta del Palau de les Arts, co-producida con la Opera Company of Philadelphia, obtuvo buena acogida destacando el contraste entre la mansarda que ocupan los bohemios parisinos y el segundo acto que representaba un espacio nevado de desamor, culpabilidad y soledad. También es remarcable la contraposición entre las escenas de compañerismo en el cuartucho de los artistas, el gélido espacio y la bulliciosa calle donde correteaban niños, actuaban artistas callejeros y reñían madres histéricas.
De las tres propuestas aquí comentadas, la de Davide Livermore realizada para el coliseo valenciano fue la más moderna basada en las proyecciones de cuadros impresionistas y post-impresionistas, y escaso atrezzo. La mansarda recordaba a la habitación amarilla de Van Gogh de perspectiva imposible, marcando el espacio a través de un techo romboidal y dos pantallas oblicuas que cambiaban de posición a lo largo de los diferentes cuadros.
Ahora bien, poco casan las vidas de los impresionistas (jóvenes de familias burguesas acomodadas), con las de los artistas del drama que deben dividirse un mísero pescado podrido porque el dinero no les da para más. Si Degas pintaba bailarinas era porque frecuentaba la ópera y el ballet, así como la hípica sólo apta para importantes fortunas, Monet acabó sus días en una bonita villa y Mimí tuberculosa muere en un camastro al final de la obra. Es comprensible que se escogieran las pinturas impresionistas y post-impresionistas para recrear el ambiente francés, pero fue un símil demasiado obvio y quizá poco realista.   



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